SELECCIÓN DE FÁRMACOS
Los avances de la medicina moderna han proporcionado un acercamiento sofisticado pero mecanicista
y medicalizador de la salud, haciendo que los medicamentos sean considerados como cualquier otro
objeto de consumo. La industria farmacéutica mundial mueve anualmente más de 400 billones de
dólares, lo que la sitúa como la segunda actividad económica (en valores) más importante del planeta,
después de la industria de la guerra, pero la distribución del consumo es muy desigual: El 20% de la
población mundial, (países desarrollados), consume el 80% de los fármacos y está padeciendo una
auténtica epidemia de efectos indeseables, mientras que muchos no tienen acceso a los medicamentos
más indispensables. Para recalcar este aserto, baste el ejemplo de Namibia, Zimbabwe, Alemania y
Canadá, países que tienen, respectivamente, un producto interno bruto anual de 1.900, 7.300, 28.700 y
31.500 $, correlacionables con esperanzas de vida al nacer menores o iguales a 45 años en los dos
primeros países citados, mientras que en los segundos la esperanza de vida supera los 75 años.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la prescripción racional implica que los pacientes
reciban los fármacos indicados para la situación de su enfermedad, en las dosis necesarias para cada
caso concreto, durante un período adecuado y con el menor coste posible para ellos y la comunidad. Es
decir, en el uso racional de medicamentos se incluyen la prescripción efectiva, la prescripción segura y
la prescripción económica. Pero habría que diferenciar entre prescripción “racional” y “razonable”, ya
que maximizar lo racional a toda costa, sin controles impuestos por la razón, es irrazonable.
La formación en medicamentos suele orientarse a la descripción de sus características farmacológicas
sin tener en cuenta otras que modifican la relación médico - paciente y que serían determinantes vitales
del verdadero uso racional de fármacos, como por ejemplo los aspectos económicos relacionados con la
prescripción. Incluso la acción terapéutica como tal no es un fenómeno simple, sino que dependen de la
suma del efecto farmacológico del medicamento, del efecto placebo y del efecto ambiental. La
relevancia de una prescripción farmacológica depende, entre otros elementos, de la magnitud de la
diferencia estadística, la gravedad del problema, la vulnerabilidad, la morbimortalidad generada por el
problema, su coste y su frecuencia.
Aunque la relevancia se valora con medidas epidemiológicas, la misma también debe estar determinada
por el juicio clínico. Por esta razón, en las últimas décadas se ha estado dando un vuelco a la
determinación de las indicaciones más adecuadas de cada grupo de fármacos y para cada enfermedad,
sobre la base de la Medicina Basada en la Evidencia (respaldo de las prácticas clínicas que se basen en
pruebas científicas consistentes). Con este enfoque, y de manera similar a la citada para la OMS, la
indicación eficaz de la terapia farmacológica debe basarse en estos cuatro aspectos fundamentales
(STEP):
- Seguridad: Reacciones adversas importantes para el paciente y el personal de salud
- Tolerabilidad: Relacionada con el abandono de una terapia específica por cualquier causa.
- Efectividad: Logro del efecto farmacológico deseado en poblaciones específicas.
- Precio: No solo en relación con el costo de la terapia como tal, sino con respecto al valor
económico enmarcado en el contexto del uso de la droga específica (relación costo - beneficio).
Se suele hacer referencia a estos cuatro aspectos con el acrónimo STEP (paso o peldaño). Más detalles
acerca de la prescripción de fármacos se tratan en capítulo aparte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario